Nada más difícil que escribir. Difícil. Sí, difícil... sumamente difícil. Algo que para muchos fluye, para otros trauma... placer/temor de escribir... de escribir simpleza, alegría, espanto... de querer comunicar lo incomunicable, lo indecible indefinible. Soy de un segundo grupo... aquel al que la palabra le es tan cómoda, pero tan lejana... tan decidora como silente... tan difícil como imperativa. Porque es más que sólo el respeto por el lenguaje. Es miedo. Miedo de decir, de expresar... pero por qué? a qué tememos? a qué temo? A que me lean, supongo. A que la esencia del acto comunicativo implica el diálogo, la interacción, un emisor, un receptor... mensaje comunicante. Pero qué es aquello que incita al temor, que me lleva a ese temor paralizante, inactivo y sumiso? He aquí el dilema. Dilema irresoluto, porque finalmente lo quiero es hacer, a través de la palabra, arma estratégica de uso mágico, creación de mundos paralelos... constructora de realidad. Dilema al fin y al cabo.
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